1.
Este cocinado se realiza durante 40 días. No se puede pretender, en cuestión de
horas, conseguir un guiso exquisito. La paciencia y perseverancia es
fundamental.
2. Hay que poner, a fuego lento, el corazón de cada uno. En primer lugar es necesario limpiar su
interior con una buena confesión. Sin este paso previo, lo que volquemos en su
interior se puede malograr o coger mal gusto.
3. A continuación, después de encender el fuego de la oración, hay
que procurar que no se apague. Es importante que, al levantarnos por la mañana, demos un
calentón, al mediodía un segundo encendido y, por supuesto, el tercero antes de
acostarnos
4.
Una
vez que, a fuego lento, vaya suavizándose el corazón con la Palabra de Dios, la
Eucaristía u otros ejercicios de piedad, hay que añadir los siguientes
elementos: amor, alegría y
conversión.
5. Cuando los tres ingredientes, amor,
alegría y conversión, estén bien mezclados, hay que espolvorear un poquito de
ceniza. No siempre las cosas salen como nosotros queremos. Y, la ceniza, le dará al guiso un cierto sabor de humildad.
6. Si el amor es grande y abundante, hay
que procurar servirlo –no solamente en el plato de uno mismo- sino también en
el de los demás. Lo bueno hay que
compartirlo con los más necesitados.
7. Antes de que se evapore la alegría, hay
que cubrir la cacerola del corazón con la tapa de la misericordia. Cuando
uno está contento ha de procurar que su alegría sea duradera y contagiosa.
Que no se escape.
8. Si al servir el plato cuaresmal vemos
que, los componentes, no han cogido el sabor que nosotros pretendíamos, no hay
que preocuparse. Es cuestión de
convertirse. Intentarlo de nuevo. Ser buena persona no es cuestión de
proponérselo sino de aventurarse muchas veces.
9. Es esencial para el cocido cuaresmal la
limpieza. Nuestros tenedores (las manos), nuestro fuego (el amor), nuestra
cuchara (los labios), nuestra mesa (el alma), han de contar con cierta higiene. No olvidar sazonar el cocido con las
verduras de la esperanza, la fe o la caridad.
10.Dependiendo de los comensales se puede o no añadir sal.
Pero, siempre, ha de tener la justa y necesaria. Un poco de humor o de perdón, dará al guiso cuaresmal su punto.
11.Cuando veamos que el cocido está en
ebullición hay que apartarlo un poco. Dejar que repose en la reflexión o en la meditación.
A continuación servirlo en el plato de la fraternidad.
Finalmente no olvidemos nunca dar las
gracias al Dueño de la huerta de la que hemos extraído todas las verduras: DIOS
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