19 de marzo de 2015

San Jose

Quien no hallare maestro que le enseñe a orar, tome a este glorioso Santo por maestro y no errará el camino. No quiera el Señor que haya yo errado atreviéndome a hablar de él; porque aunque publico que soy devota suya, en servirle y en imitarle siempre he fallado. Pues él hizo, como quien es, que yo pudiera levantarme y no estar tullida; y yo, como quien soy, usando mal de esta merced (V 6, 8).
Teresa de de Jesus

10 de marzo de 2015

Potaje Cuaresmal

POTAJE CUARESMAL
Este cocinado se realiza durante 40 días. No se puede pretender, en cuestión de horas, conseguir un guiso exquisito. La paciencia y perseverancia es fundamental.
Hay que poner, a fuego lento, el corazón de cada uno. En primer lugar es necesario limpiar su interior con una buena confesión. Sin este paso previo, lo que volquemos en su interior se puede malograr o coger mal gusto.
A continuación, después de encender el fuego de la oración, hay que procurar que no se apague. Es importante que, al levantarnos por la mañana, demos un calentón, al mediodía un segundo encendido y, por supuesto, el tercero antes de acostarnos
Una vez que, a fuego lento, vaya suavizándose el corazón con la Palabra de Dios, la Eucaristía u otros ejercicios de piedad, hay que añadir los siguientes elementos: amor, alegría y conversión.
Cuando los tres ingredientes, amor, alegría y conversión, estén bien mezclados, hay que espolvorear un poquito de ceniza. No siempre las cosas salen como nosotros queremos. Y, la ceniza, le dará al guiso un cierto sabor de humildad.
Si el amor es grande y abundante, hay que procurar servirlo –no solamente en el plato de uno mismo- sino también en el de los demás. Lo bueno hay que compartirlo con los más necesitados.
Antes de que se evapore la alegría, hay que cubrir la cacerola del corazón con la tapa de la misericordia. Cuando uno está contento ha de procurar que su alegría sea duradera y contagiosa. Que no se escape.
Si al servir el plato cuaresmal vemos que, los componentes, no han cogido el sabor que nosotros pretendíamos, no hay que preocuparse. Es cuestión de convertirse. Intentarlo de nuevo. Ser buena persona no es cuestión de proponérselo sino de aventurarse muchas veces.
Es esencial para el cocido cuaresmal la limpieza. Nuestros tenedores (las manos), nuestro fuego (el amor), nuestra cuchara (los labios), nuestra mesa (el alma), han de contar con cierta higiene. No olvidar sazonar el cocido con las verduras de la esperanza, la fe o la caridad.
Dependiendo de los comensales se puede o no añadir sal. Pero, siempre, ha de tener la justa y necesaria. Un poco de humor o de perdón, dará al guiso cuaresmal su punto.
Cuando veamos que el cocido está en ebullición hay que apartarlo un poco. Dejar que repose en la reflexión o en la meditación. A continuación servirlo en el plato de la fraternidad.

Finalmente no olvidemos nunca dar las gracias al Dueño de la huerta de la que hemos extraído todas las verduras: DIOS
Javier Leoz