III
– B - LA COMUNIÓN FRATERNA
24-a) La
Iglesia, familia de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, es misterio de
comunión[1]. De
hecho, Jesús ha venido entre nosotros para revelarnos el amor trinitario y la
vocación a participar en la comunión de amor con la SS. Trinidad, a la cuál es
llamada cada persona humana creada a Su imagen y semejanza (cf.: Gn 1,26-27). En
la luz de este misterio se revela la verdadera identidad y dignidad de la
persona en general, y en particular de la vocación de cada uno de los
cristianos en la Iglesia[2]. De
naturaleza espiritual, la persona humana se realiza y madura en el ser en relación auténtica con Dios y también con
otras personas[3].
Por lo tanto, la
Comunidad local de la Orden Seglar del Carmelo Teresiano, señal visible de la
Iglesia y de la Orden[4], es un ámbito
para vivir y promover la comunión personal y comunitaria con Dios en Cristo en
el Espíritu y con los otros hermanos (cf.: Rm 8,29) según el carisma teresiano. La persona de Cristo es el
centro de la Comunidad. Los miembros se reúnen periódicamente en su nombre
(cf.: Mt 18,20), inspirándose en el grupo
formado por Él y los doce Apóstoles (Cf. Mc 3,14-16.34-35)[5] y en las
primeras Comunidades cristianas (cf.: Hch 2,42; 4, 32-35). Buscan vivir en la
unidad pedida por Jesús (Jn 17,20-23) y en su mandamiento de amar como Él les
ama (Jn 13,34). Prometen tender a la perfección evangélica[6], en el
espíritu de los consejos evangélicos, de las bienaventuranzas (Mt 5,1-12) y de
las virtudes cristianas (cf.: Col 3,12-17; Flp 2,1-5), conscientes que esta
realidad de comunión es parte integrante de la espiritualidad carmelitana.
24-b) S.
Teresa de Jesús comienza un nuevo modelo de vida en Comunidad. Su ideal de vida
comunitaria se basa en la certeza de fe que Jesús Resucitado está en medio a la
Comunidad y que esa vive bajo la protección de la Virgen María[7]. Es
consciente que ella y sus monjas están
juntas para ayudar a la Iglesia y colaborar con su misión. Las relaciones fraternas están
marcadas por las virtudes del amor verdadero, gratuito, libre, desinteresado; del
desasimiento y de la humildad. Son virtudes fundamentales para la vida
espiritual que traen la paz interior y
exteriormente[8].
Teresa
es consciente de la importancia de la
ayuda mutua en el camino de la oración y de la importancia de la amistad con otros en la búsqueda común de
Dios[9]. Para la
vida en fraternidad considera también fundamental la cultura, las virtudes humanas, la dulzura, la empatía, la
prudencia, la discreción, la sencillez, la afabilidad, la alegría, la
disponibilidad y el andar “en verdad delante Dios y de las gentes”[10].
La doctrina de S. Juan de
la Cruz apunta a la unión con Dios por medio de las virtudes teologales[11]. Partiendo
de esto principio, el Santo ve el efecto purificador y unificador de las virtudes
teologales también en la vida fraterna. En particular el amor activo para con
los demás: «Adonde no hay amor ponga amor y sacarás amor», porque así hace el
Señor con nosotros: ama y capacita para amar[12].
24- c) El
fiel cristiano comienza a formar parte de la Orden Seglar por medio de la promesa
hecha a la Comunidad ante el Superior de la Orden[13]. Con la
promesa se compromete a vivir en comunión con la Iglesia, con la Orden, con la
Provincia sobre todo con aquellos que
forman parte de la Comunidad, amándolos y estimulándolos en la práctica de las virtudes[14]. En las
Comunidades más pequeñas[15] es posible establecer una
verdadera y profunda relación de amistad humana y espiritual, de apoyo mutuo en
la caridad y humildad.
S. Teresa de Jesús valora la ayuda del
otro en la vida espiritual: la caridad crece con un diálogo respetuoso, cuya finalidad
es la de conocerse mejor para ser agradable a Dios[16]. Los encuentros de la Comunidad se desarrollan
en un clima fraterno de diálogo y de intercambio[17]. La plegaria,
la formación y el ambiente alegre son fundamentales para profundizar las relaciones
de amistad y garantizar a todos el soporte mutuo en el vivir cotidianamente la
vocación laical del Carmelo Teresiano en la familia, trabajo y otras realidades
sociales. Por eso es necesario una participación asidua y activa en la vida y
encuentros de Comunidad. Las ausencias son
admitidas solo por motivos serios y justos, evaluados y concordados con los
responsables. Los Estatutos particulares establecerán el tiempo de ausencia injustificada,
más allá del cual un miembro será considerado
inactivo y pasible de dimisión de la Comunidad.
24-d) La
responsabilidad formativa de la Comunidad y de cada cual[18] requiere que cada uno de los miembros se comprometan en la comunión
fraterna, en la convicción que la espiritualidad de la comunión[19] desempeña
un papel esencial en la profundización de la vida espiritual y en el proceso
educativo de los miembros. La vida eucarística y de fe[20], la
escucha de la Palabra de Dios[21] hacen
crecer y sustentan la comunión.
La
autoridad local de la Comunidad cumpla su servicio en la fe, caridad y humildad (Cf. Mt
20,28; Mc 10,43-45; Jn 13,14). Favorezca la convivencia familiar y el
crecimiento humano y espiritual de todos los miembros. Empuje al dialogo, al
sacrificio personal, al perdón y la reconciliación. Evite cualquier apego al
poder y personalismo en el desarrollo de su cargo.
La
oración de unos por otros, la solicitud fraterna, también en el caso de
necesidad material, el contacto con los miembros que están lejos, la visita a
los enfermos, los que sufren, los ancianos y la oración por los difuntos son signos
también de fraternidad.
El
Carmelo Seglar también realiza y expresa la comunión fraterna a través del
encuentro y la solidaridad con las otras Comunidades, especialmente en el
interior de la misma Provincia o Circunscripción, así como mediante la comunicación
y colaboración con toda la Orden y la familia del Carmelo Teresiano.
Así, con su testimonio de
comunión fraterna según el carisma teresiano, la Comunidad del Carmelo Seglar coopera
con la misión evangelizadora de la
Iglesia en el mundo[22].
24-e) Una
Comunidad que con devoción busca a Dios, encontrará equilibrio entre los
derechos individuales y el bien de toda la Comunidad. Por lo tanto los derechos
y las exigencias de cada uno de los miembros deben de ser salvaguardados y
respectados a según de las leyes de la Iglesia[23]; pero del
mismo modo los miembros deben cumplir fielmente los deberes que se refieren a
la Comunidad, según las normativas de
las Constituciones.
Para
poder despedir[24]
un miembro por los motivos establecidos en el Código de Derecho Canónico (rechazo público de la fe católica, apartarse de la comunión eclesiástica o estar bajo
excomunión impuesta o declarada[25]) u
otros previstos en los Estatutos particulares, el Consejo de la Comunidad debe de observar el siguiente procedimiento: 1) verificar la
certeza de los hechos; 2) amonestar al miembro por escrito o ante dos testigos; 3)
dejar un tiempo razonable para el arrepentimiento. Y se después de todo no hay ningún
cambio, se puede proceder al despido, una vez consultado el Provincial. En
todos los casos, el miembro tiene derecho de recurrir a la autoridad eclesiástica competente[26].
En el caso que un miembro, después de una seria evaluación y
discernimiento del Consejo de la Comunidad
llegue a la decisión de salir voluntariamente de la Comunidad, deberá hacer la petición
por escrito a la autoridad competente de la Comunidad, con la cual se
comprometió a través de las promesas[27].
De todo eso se informe al Provincial.
………………………………………….
31- a) En el Carmelo teresiano el amor a María, Madre
y Reina, va unido al amor a su esposo San José. El Padre le concedió también a
él, “hombre justo” (Mt 1,19), la custodia del misterio de la Encarnación de su
Hijo Jesucristo.
Siguiendo el ejemplo de S. Teresa, el Seglar
encuentra en san José un modelo a seguir para una vida en humilde adoración y
comunión orante con Jesús, un maestro de oración y de silencio[28].
Patrono de la vida interior, es ejemplo de fe y de «atención constante a Dios,
abierto a sus signos, disponible a su proyecto»[29].
Siendo esposo casto y fiel, es modelo de padre solícito en el cuidado de la
familia y de trabajador responsable que considera su trabajo como “expresión
del amor”[30].
En comunión con la Iglesia y con la Orden que
lo venera como su “providencial Protector”[31],
los miembros del Carmelo Seglar encuentran en San José un protector
incomparable a quien confiar las esperanzas, las fatigas y los trabajos de cada
día[32].
………………………………………
58 – j) las
prácticas de mortificación y las expresiones de devoción a María Santísima, a
San José y a los Santos de la Orden.
[1] Cf.: Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 4; Gaudium et spes, 24; cf. Juan Pablo II, Christifideles Laici, 19. Ratio Institutionis OCDS, 25. Congregación
para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, Congregavit in
uno Christi amor, 8-9.
[2] Juan Pablo II, Christifideles
Laici, 8.
[3] Concilio Vaticano II, Gaudium
et spes, 23; Pontificio Consejo de la justicia y de la paz, Compendio de la doctrina social de la
Iglesia, 34. Cf.: Benedicto XVI, Caritas in veritate, 54. Cf:. n. 34.
[4] Cf. Constituciones OCDS,
40.
[5] Cf. S. Teresa de Jesús , Camino de perfección , 24,5; 26,1; 27,6. Cf. Camino (Escorial), 20,1.
[6] Cf. Constituciones
OCDS, 11.
[7] Cf. S. Teresa de Jesús , Vida, 32,11; Camino de
perfección ,
17,7; 1,5; 3,1.
[8] S. Teresa, Camino, 4,4.11;
6-7; cf.: Castillo interior, V, 3,7-12.
[9] Cf. S. Teresa de Jesús , Vida, 15,5; 23,4.
[10] S. Teresa de Jesús , Castillo, VI, 10,6; cf. Camino 40,3; 41,7.
[11] Cf. S. Juan de la Cruz, Subida del Monte Carmelo, II, 6,1; Cautelas, 5.
[12] S. Juan de la Cruz, Carta a M. María de la Encarnación, 6
julio 1591; cf.: Carta a una religiosa de Segovia (1591); Subida, III, 23,1; Noche Oscura,
I, 2,1; 5,2; 7,1; 12,7-8. Cf. Grados de perfección , 17; Sentencias, 27.
[13] Cf. Constituciones
OCDS, 12.
[14] Cf.: S. Teresa, Castillo,
VII, 4,14-15.
[15] Cf. Constituciones
OCDS, 58g y los Estatutos particulares
sobre el número máximo de los miembros de una Comunidad.
[16] Cf.: S. Teresa, Vida,
7,22; 16,7.
[17] Cf.: Constituciones OCDS,
18.
[18] Cf. Ratio OCDS,
28.
[19] Juan Pablo II, Novo
millennio ineunte, 43.
[20] Francisco, Lumen
fidei, 40.
[21] Benedicto XVI, Verbum
Domini, 84-85. Cf. Id., Sacramentum
Caritatis, 76. 82. 89.
[22] Concilio Vaticano II, Apostolicam
actuositatem, 13.19; Juan Pablo II, Christifideles laici, 31-32; Cf. Benedicto XVI, Deus caritas est, 20.
[23] Cf. Código de Derecho Canónico, can. 208-223; 224-231.
[24] Cf. Código de
Derecho Canónico, can. 308; Cf. Constituciones OCDS, 47-e.
[25] Código de Derecho
Canónico, Can. 316§1.
[26] Id., can. 316§2. Cf.: can. 312§2.
[27] Cf. Constituciones
OCDS, 12.
[32]
«San José es la prueba de que
para ser buenos y auténticos seguidores de Cristo no se necesitan "grandes
cosas", sino que se requieren solamente las virtudes comunes, humanas,
sencillas, pero verdaderas y auténticas» (Paolo VI, Insegnamenti, VII,
1969, citato in Juan Pablo II, Redemptoris Custos, 24).
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