25 de marzo de 2010

COMPAÑERO DEL ALMA


Quiero levantar a Ti mis ojos,
y sentirte a mi lado, en cercanía;
Compañero del alma, en el camino,
Caminante que nunca se fatiga.
Ven, oh Dios, y penetra esta corteza,
que no deja penetrar tu lluvia fina.
¡Me siento tan disperso, oh Dios del alma,
cuando quiero elevarme sin medida
hasta tus manos que se abren como Padre,
y me acogen bañándome en caricias!
Roto estoy y perdido entre las cosas,
sin fuerzas, sin coraje y valentía.
Cuando quiero centrarme en Ti, no puedo;
cuando quiero ser tuyo, soy la risa
de esta vida dispersa que yo llevo
siempre al ritmo, sin ritmo, de la prisa.
Hoy quiero hacer stop en mi camino,
Quiero sentirme unido, en armonía.
Quiero ser yo, unificado,
que integre cada poro de su vida;
quiero ser yo, desde mi pobre corazón,
tan frágil y tan pobre como arcilla.
Quiero ser ante ti, Señor Dios nuestro,
un surco abierto que espera tu semilla.
Ilumina con tu luz esta mi mente,
que en su noche sin luna está perdida;
sosiega el corazón que arde salvaje,
y se quema y se pierde hecho cenizas.
Derrama tu poder sobre mis hombros,
y esta frágil voluntad, fortifica.
Abre mi espíritu que busca el Infinito,
y vigoriza sus venas que casi están vacias;
dame sed de ti, de lo que Tú eres,
y haz que brote en mi alma el Agua viva.
Ya no soy, Señor, yo aquel que vive;
eres Tú la Vida del alma mía.
Serena este mi cuerpo cansado,
y acalma con tu paz mis nervios que porfían
y quieren agitar las aguas de mi lago,
para que mi barca no arranque de la orilla.
Tu paz, Señor; tu paz en plenitud yo quiero
y abrir mi corazón a tu sonrisa.
Unifica, Señor, mi ser entero,
y que todo mi yo se haga subida
a la Montaña santa donde Tú te escondes,
donde en silencio y soledad habitas.
¡Oh Dios, mi Armonía y mi Belleza,
el Clima donde mi ser se unifica!
E. Mazariegos

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