Se te ha
dicho:
Sé
siempre el primero.
Saca las
mejores notas
en la
escuela,
y rompe
con tu pecho
la cinta
de la meta
en toda
competencia.
Que no
veas a nadie
delante
de tus pasos
ni se
sienten delante
de ti en
los banquetes.
Asombra a
todos los amigos
luciendo
el último invento,
caros
juguetes de adulto
para
despistar el tedio.
Que sólo
el peldaño más
alto sea
el lugar de tu descanso.
Pero La
Palabra dice:
Siente la
mirada de Dios
posarse
sobre ti,
porque él
alienta
posibilidades
infinitas
en tu
misterio.
Despliégate
todo entero
sin
trabas que te amarren,
ni el
miedo dentro,
ni los
rumores en la calle,
ni la
codicia del inversor,
ni las
amenazas de los dueños.
Y no
temas sentarte
en una
silla pequeña
con los
últimos del pueblo.
Allí
encontrarás la alegría
de crear
con el Padre
libertad
y vida para todos
sin la
esclavitud de exhibir
un
certificado de excelencia.
A la hora
de crear el Reino
los
últimos de este mundo
pueden
ser los primeros.
(Primacía
de los últimos, “Salmos para sentir y saborear las cosas internamente”, P.
Benjamín González Buelta, S.J)
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