Señor; no te pido brillo ni
triunfo,
ni fama ni gloria ni poder.
Haz que acoja, en lo limitado
de cada día,
tu brisa, tu gracia, tu
palabra, tu voluntad
como un regalo espléndido
para poder vivir.
Abre mis ojos, y hazme
sensible a las necesidades
de los hermanos y hermanas
que caminan junto a mí
cansados, agotados, tristes,
enfermos, rotos.
No me dejes caer en la
tentación de quedar bien,
de buscar la eficacia, de
justificar mis actitudes,
de acumular méritos engañosos
para Ti.
Guía mis pasos por tus
sendas, aunque me resista.
Gáname la partida, no
hagas caso a mis protestas.
Dame lo que necesito, aunque
no te lo pida.
Florentino Ulibarri.
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