23 de agosto de 2010
Si conservas la serenidad cuando en torno tuyo
todos la pierden y te echan la culpa,
si puedes, cuando todos dudan de ti,
confiar en ti mismo y perdonarles su desconfianza,
si eres capaz de esperar sin cansarte, o cuando te mienten no apelas a la mentira,
y siendo odiado no odias, y con todo no apareces como demasiado bueno
ni pones cara de virtud,
si puedes soñar sin que tus sueños te dominen,
y pensar sin querer imponer tus pensamientos,
si puedes hallar el triunfo y el fracaso, y tratas de igual modo a esos dos impostores,
si puedes soportar oír cómo la verdad que tú has dicho
es tergiversada para engañar a tontos,
y al contemplar derruidas las cosas
a las que dedicaste la vida,
condesciendes a reconstruirla
con tus herramientas rotas,si eres capaz de amontonar
todas tus ganancias, y arriesgarla en una sola jugada... y perder...
y volver a empezar sin un suspiro ni una queja,
si puedes forzar tus músculos y tus nervios
y cumplir tu misión más allá del agotamiento
y te sostienes cuando ya no te queda más que la voluntad
que te grita: “perservera”, si eres capaz de charlar
con gente y conservarte sano, o ir en compañía
de reyes sin perder el sentido,
si ni amigos ni enemigos pueden dañarte,
si los hombre confían en ti, pero ninguno de sobra,
si eres capaz de llenar el inexorable minutos
con sus sesenta segundos preciosos...
tuya será la tierra y cuanto contiene,
y lo que es más, tú serás hombre, hijo mío.
Rudyard Kipling
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