Si creyera tan solo en lo que veo,
creería tan poco,
tan poco…
No creería en la aurora
que, oculta entre los grises colosos
de nuestras ciudades anónimas,
cada mañana resucita la vida.
No creería en la levadura,
fermento humilde del pan
que día a día obra,
discreta y olvidada,
el milagro de saciarnos.
No creería en la semilla
ni en la fuerza apasionada que la impulsa desde la tierra
para que pueda abrirse paso y darnos fruto
desde lo pequeño, lo sencillo, lo oculto.
Ni creería en los bosques,
en su crecer tranquilo y sereno
frente al ruido que nos aturde
cuando unos pocos árboles caen
y ellos callan.
Y es que si creyera tan solo en lo que veo,
creería tan poco,
tan poco…
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